Porque si tratamos de eludir el problema sentimos que están abusando de nosotros, nuestra rabia se encona, nos preguntamos por qué no nos imponemos y le quitamos a la otra persona toda oportunidad de mejorar las cosas. Pero si afrontamos el problema, las cosas pueden empeorar. Puede que nos rechacen o nos ataquen, podemos herir a la persona sin proponérnoslo, y la relación se dañará. Si nos encontramos en el circuito de indecisión, estamos frente a una conversación difícil. La cuestión es que las conversaciones difíciles casi nunca tratan de establecer los hechos. De lo que tratan es de percepciones, interpretaciones y valores que entran en conflicto.
Las conversaciones difíciles son muy comunes en nuestra vida, y posiblemente las vivamos a diario, con nuestros hijos, padres, hermanos, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, etc. Siempre tendemos a examinar las discusiones en tres planos distintos: el de la “verdad” (quien tiene razón) el de “la intención” (que propone quien discute con nosotros) y el de “la culpa”, todos ellos igualmente inútiles, pues provocan la formación de juicios que asumimos como ciertos, cuando en realidad se tratan tan sólo de percepciones. Para evitar el caer en el error de atribuirle al otro intenciones que éste puede no tener, el primer paso es darse cuenta de que hay una diferencia entre el impacto que le causa a uno la conducta del otro y lo que el otro se proponía.
Separar el impacto de las intenciones nos exige darnos cuenta del salto automático del, “me sentí herido a “tú tratabas de herirme”, cuáles eran sus verdaderas intenciones?, de la realidad al impacto que sus palabras provocan en mí.
Las conversaciones difíciles no sólo involucran sentimientos, en esencia tratan sobre sentimientos. Los sentimientos no son un subproducto ruidoso de la conversación difícil, forman parte integral del conflicto. Nuestra dificultad para admitir y hablar de los sentimientos desencadena un número alarmante de conversaciones difíciles. Sacar los sentimientos del problema es una forma de afrontar el dilema de si se habla de algo o se evita. La salida al problema de los sentimientos es el compartirlos con habilidad. Lo primero que hay que hacer es discernir con claridad cuáles son nuestros sentimientos (esto muy importante). En segundo lugar, no tenemos que tratar a los sentimientos como si fueran una verdad indisputable: hay que negociar con ellos.
¿Qué significa negociar con nuestros sentimientos? Se trata de reconocer que nuestros sentimientos se forman como resultado de lo que pensamos. La manera de cambiar los sentimientos es cambiar el modo de pensar. Casi siempre un conocimiento mayor de la historia de la otra persona cambia la manera como nos sentimos. Aquí me pareció importante no dejar pasar el recurso que tenemos en el uso de la “historia alternativa”.
En la conversación de los sentimientos, sabemos que generalmente no se expresan directamente en una conversación difícil, sino que aparecen camuflados en diversas formas. En situaciones complejas que requieren interacciones desafiantes nos movemos, generalmente, en dos extremos: u ocultamos nuestras emociones (aunque siempre se cuelan en nuestro lenguaje no verbal o en comentarios innecesarios como juicios), o explotamos y los manifestamos amplificados y sin control. Cuando intentamos esconderlos, se da esa segunda conversación que no es la explícita o evidente.
Las conversaciones difíciles amenazan nuestra identidad, esta es otra característica de las conversaciones difíciles, que nos sentimos comprometidos a tal punto con aquello que se discute, que una parte de nosotros percibe que se está jugando su identidad: ¿Soy una hija desconsiderada?, O cotidianamente también nos preguntamos: ¿Seré buen o mal jefe? ¿Cómo trabajadora voy a ser tildada como eficiente o ineficiente? ¡Está en juego mi trabajo y mi reputación! ¿Soy una mala esposa? ¿Soy una mala madre?
Este monólogo interno, en el cual se pone en juego nuestra identidad, aumenta la dificultad y complejidad del diálogo con el o los otros.
Todos podemos reconocer estos los tres niveles de comunicación en nuestras conversaciones difíciles, así que visto de este modo podemos imaginar lo retador que puede ser lograr buenos resultados en estas interacciones y, sin embargo, es indispensable que aprendamos a manejarlas para el fluir de nuestra vida personal, nuestro desarrollo profesional y el desenvolvimiento adecuado de cualquier proceso de negociación en el cual nos veamos involucrados.
Interesante. Y que herramientas usas para resolver esas conversaciones ?
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