La importante relación existente entre la estructura de las "Emociones y la Cognición".




En este breve artículo trataré de explicar la importante relación existente entre la estructura de las Emociones y la Cognición 


Para entendernos, necesitamos conocernos 



Cognición y emoción son dos términos que han empezado a aparecer juntos hace relativamente poco tiempo. Si hacemos una breve historia, a grandes rasgos, podemos decir que en los años 60 surgen los que se suelen considerar como los primeros modelos cognitivos de la emoción (Schachter y Singer, 1962), en los que se empieza a suponer que hace falta cierta actividad cognitiva (procesos de atribución, por ejemplo) para que se desarrolle una reacción emocional. Durante esta década comienza a desarrollarse el enfoque cognitivo de la psicología como un nuevo paradigma. Así, puede verse como los nuevos manuales de psicología estudian los viejos procesos psicológicos desde la nueva perspectiva cognitiva y se estudian, por supuesto, nuevos procesos cognitivos. Sin embargo, aunque en este momento están surgiendo modelos cognitivos de la emoción, los grandes manuales de psicología cognitiva de esta década ignoran la emoción, como ha destacado Zajonc (1980).


Hasta la década de los 70 los psicólogos cognitivos no comienzan a tratar la emoción (Lazarus y Averill, 1972; Mandler, 1975). En los primeros años de la década de los 80 se desarrolla la polémica sobre si la valoración cognitiva de la situación determina el surgimiento de una emoción, o si por el contrario la emoción es previa a la cognición (Zajonc, 1980; Lazarus, 1981). En la segunda parte de la década de los 80 surge el interés por el estudio de las relaciones entre cognición y emoción, desatando un buen número de publicaciones (surgiendo, por ejemplo, una nueva revista que se titula así Cognition & Emotion).

Las relaciones entre cognición y emoción se han estudiado fundamentalmente desde dos perspectivas diferentes: 

1). Desde la primera, en el contexto de las teorías cognitivas de la emoción. En los modelos cognitivos sobre la emoción se destaca que la emoción surge fundamentalmente como consecuencia de cierta actividad cognitiva. En estos modelos el término cognición (esta actividad cognitiva) hace referencia a varios significados:



(a) por un lado, a los procesos cognitivos de valoración, atribución, etiquetado, interpretación, etc., que el sujeto realiza sobre la situación, para dar un significado a la misma; 

(b) por otro lado, a los contenidos cognitivos y sus representaciones en proposiciones, imágenes, esquemas, etc.; 

(c) por otro, a las creencias, expectativas, valores, objetivos, etc., del individuo (disposiciones individuales que pueden influir en el procesamiento cognitivo); 

(4) finalmente, también se habla de cogniciones calientes, que vendrían a ser los afectos, los sentimientos subjetivos, etc. (contenidos subjetivos emocionales).



2). En cambio, desde otra perspectiva, en el contexto de los estudios sobre la influencia de la emoción en los procesos cognitivos, el término cognición hace referencia a memoria, juicios, razonamiento, toma de decisiones, etc. (la actividad cognitiva superior). En estos estudios se investiga cómo la emoción puede afectar a estos procesos cognitivos. Además, hay que señalar que en dichos estudios se utilizan indiscriminadamente los términos "emoción", "afectos", "sentimientos", "estado de ánimo", "activación", etc., al estudiar su influencia sobre la cognición.

Si revisamos las teorías cognitivas sobre la emoción de Schachter, Mandler, Lazarus, Weiner, etc. (Cano Vindel, 1989), podemos ver en todas ellas que al menos uno de los requisitos, generalmente el más importante, para que surja una emoción es cierto tipo de actividad cognitiva. Esto es lo que tienen de común entre sí todas las teorías cognitivas de la emoción. Sin embargo, difieren en muchas otras cosas: (1) difieren al definir qué procesos cognitivos concretos conducen a una reacción emocional; y (2) difieren al establecer qué parámetros de la emoción están determinados por la actividad cognitiva y cuáles no.

La manera más común de comprender que alguien siente algo y que siente tal emoción en lugar de otra, consiste en identificar las señales fisonómicas y/o fisiológicas, pero sobre todo comprender los pensamientos que las desencadenan o justifican. Esto significa que la mayoría de las emociones implican, en algún grado o nivel, pensamientos, así como que se refieren a algo en particular.

Estas son las premisas fundamentales de la visión cognitiva, las cuales, a su vez, llevan a reconocer que las emociones ocurren con respecto a cosas importantes (investidas de valor y que han generado compromisos) y que, como cualquier otro comportamiento en la vida social, están sujetas a normas y expuestas a la evaluación y crítica social. Veamos con detalle cada una de estas premisas teóricas:

a) Las emociones se desencadenan por cogniciones.

b) Las emociones tienen un objeto intencional.

c) Las emociones son formas intrínsecas de compromiso y juicio evaluativo.

d) Las emociones son objeto de evaluación y crítica.



Las emociones se desencadenan por cogniciones más o menos conscientes. La mayoría de los que estudian emociones, está de acuerdo en que las emociones tienen una dimensión cognitiva, puesto que implican pensamientos, creencias, juicios y evaluaciones; esto significa que su presencia e intensidad dependen de estructuras cognitivas. Tomemos como ejemplo el dolor y la ira, que casi invariablemente se acompañan de ciertos pensamientos que los justifican y, en consecuencia, de algún nivel de conciencia. Según Ortony y colaboradores, para que una emoción se produzca, es necesario que el individuo codifique una situación de una manera específica. 
De modo que:

[…] si una emoción como la congoja es una reacción ante un acontecimiento indeseable, el acontecimiento en sí mismo tiene que ser interpretado como indeseable y, puesto que interpretar el mundo es un proceso cognitivo, las condiciones desencadenantes de las emociones incorporan las representaciones cognitivas que resultan de tales interpretaciones. (Ortony y otros, 1988: 4). Un hecho indicativo del carácter cognitivo de las emociones lo encontramos también en la posibilidad de simular emociones: en ocasiones, las personas fingimos, exageramos o minimizamos una emoción para conseguir determinados fines.

Esta posibilidad supone que tenemos conocimientos más o menos implícitos de lo que nos emociona y de lo que emociona a otros. Implica conocer los sistemas de creencias y valores que hacen deseables o legítimas ciertas expresiones emocionales o capacidades para prever reacciones o resultados ante la manifestación de una de ellas. Éste ha sido, por cierto, un asunto que ha suscitado algunas controversias teóricas sobre la diferencia entre el sentimiento verdadero y el comportarse como si se tuviera tal sentimiento (Solomon, 1973).





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